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EL SEMINARIO



 
El Seminario Menor
 
Desde cuando presidía los destinos de la Congregación de Jesús y de María en la Provincia Colombo-venezolana el padre Mathurin Jéhanno, figura de la Francia legendaria, adelantó algunas gestiones por parte del venerado Padre Isidoro Miranda, para conseguir la venida de los Padres Eudistas a esta afortunada parroquia.
 
Por fin, tras largas esperas, el 6 de enero de 1927, entre el delirante entusiasmo de los mirandinos hacía su entrada a este Municipio, como un gran triunfador, el Reverendo Padre Carlos Le Petit, entonces Provincial de la Congregación, quien venía en vía de inspección. Aquella fecha fue para los mirandinos día de gran gala y de diversas maneras manifestaron al distinguido visitante su entusiasmo.
 
 Adelantadas las conversaciones y obtenido de Monseñor Rafael Afanador Cadena, obispo de la Diócesis , el 29 del mismo mes, el placet para la fundación, nació a la vida la Escuela Apostólica de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
                                                                      

 

 

Rvdo. Padre Juan Havard

 

 El día 21 de febrero del mismo año de 1927, rezan los anales del Instituto, fue el de la llegada de los Eudistas a San José de Miranda; la alegría de los vecinos se manifestó de mil maneras, no omitiendo ninguna demostración de júbilo; los arcos de flores, la música, las animadas cabalgatas, la pólvora, los discursos, etc., todo pareció poco a los mirandinos. “Caballeros del ideal y galanes de la Santa Obediencia llegaban a la nueva fundación el Reverendo Padre Juan Havard, de corazón sencillo, bondadoso y recto, dibujado en la perenne sonrisa de sus labios, aún en los momentos de dolor, y el Padre Luis Eduardo Uribe, quien venía a consagrar las primicias de su apostolado a la obra en formación.

 
El 21 de marzo empezó el curso con 26 alumnos; en los años subsiguientes hasta 1930 por un enjambre de corazones infantiles y puros, iba aumentando el número de alumnos.
 
En 1934 llegó a dirigir el Instituto Apostólico el Padre Jesús María Antolinez, que logró elevar el número de estudiantes considerablemente e hizo conocer el establecimiento en varios departamentos, levantó e inició la decoración de la capilla.
 
                                        
                                
 
 
  Interior de la capilla del Instituto Apostólico
 
 
En 1942 le sucede el Padre Próspero Restrepo, quien mejoró la fachada del seminario.
 
Viene en 1945 a continuar la obra iniciada por sus antecesores, el Reverendo Padre Marcos Gélves, termina la decoración de la capilla y da impulsos a los estudios.
 
El 11 de febrero de 1949, día en que la cristiandad conmemora la aparición de la santísima Virgen a Bernardita, toma posesión el Padre Nicomedes Herrera, alma y nervio de esta suntuosa fiesta conmemorativa, espíritu emprendedor, jovial y generoso, que a la bondad del corazón sabe unir la enérgica observación del reglamento. En el encontraban los propios y extraños, al amigo de todos los momentos, abnegado y servicial.
 
Bajo su dirección se conmemoró las bodas de plata del Instituto Apostólico, celebradas en el año de 1952. Con motivo de esta efemérides se desarrollaron diversos actos entre ellos: la ordenación del Padre Hernando Quiroz hijo de Málaga, quien fue alumno del seminario menor, la bendición de la planta eléctrica, se cantó por primera vez el himno del seminario, cuya letra es del poeta santandereano Aurelio Martínez Mutis y la música del padre Alfonso Ruiz, exalumno del plantel, y del famosísimo maestro Oriol Rangel; conferencias discursos y actos culturales enmarcaron esta celebración.

 
 
  Grupo de Seminaristas y sacerdotes profesores. En la foto podemos reconocer al padre Rafael García Herreros, el tercero de derecha a izquierda.
 
 

En la última década de vida del seminario, este fue dirigido por los sacerdotes Eduardo García, Alberto Moreno y Eduardo Echeverry hasta 1959. Durante sus 32 años de permanencia en San José de Miranda, estuvieron entre otros profesores: Yepes, Gélves, Germán Villa Gaviria y Rafael garcía Herreros.
 
Fue notable el auge de formación clásica de sus educandos y tuvo su influencia en la provincias de García Rovíra y Norte y Gutiérrez. 

 

 

Interior del patio del Instituto Apostólico

 
 APARTES DEL DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DOCTOR SAMUEL MORENO EN LAS BODAS DE PLATA DEL INSTITUTO APOSTOLICO-1952
 
 
“...Precisamente en esta fecha estamos conmemorando la tesonera labor de estos esforzados y santos varones dedicados al arte ingrato y sutil de la enseñanza. Hace 25 años llegaron los hijos de San Juan Eudes a estas tierras de Santander cuyos paisajes adustos y fieros retratan el alma rebelde y el indómito valor de sus habitantes. Los trajo este hombre ardido en el celo y en el esfuerzo que se llamó Isidoro Miranda, pastor apasionado por su rebaño, santo fundador de este pueblo batallador y religioso, hombre egregio y excepcional cuyo recuerdo permanece en el alma de estas gentes ingenuas y agradecidas donde tiene él un altar especial, desde la fría mañana de diciembre en el que Dios Niño se lo llevó a los cielos.
 
Que inmenso puñado de jóvenes han pasado bajo el alero de estos claustros acogedores a cuya sombra creció nuestra niñez apacible y floreció nuestra juventud insolente. Cuantos de los aquí presentes sentimos el suave efluvio de esa pléyade de ilustres maestros que han pisado esta casa de oración y de sabiduría. Sacerdotes, militares, banqueros e industriales, comerciantes, políticos y profesionales, han sido educados con prodigioso acierto bajo la tutela de estos muros adustos. Y todos recuerdan ahora la llegada de estos santos varones porque en cinco lustros de insomnios y sacrificios han levantado ellos una generación de hombres en cuyas actuaciones siempre ha florecido la virtud, la justicia y la verdad.
 
Por la rectoría de este noble Instituto hemos visto desfilar los más ilustres maestros, cuya presencia de nuevo en esta gloriosa efemérides aumenta la emoción de quienes los conocimos forjando juventudes y caracteres a golpe de hacha y de cincel.
 
Aquí están ahora como ayer, el Padre Juan Havard, que trajo a la América en su figura suave, delgada y pálida, la concepción estatuaria de los ascetas de Francia, con sus manos largas y su silueta trémula, sus hombros inclinados, sus ojos cansados por la sevicia del insomnio y la palabra hecha un deliquio de dulzuras por las mieles agrestes que entre la comisura de los labios destilaban los rictus de su oración encendida.
 
El Padre Jesús María Antolinez, duro y esquivo roble que resistente a todos los huracanes, en su follaje alto recogía con solícito esmero el piadoso plumaje de los niños; varón fuerte y temible que atesora la riqueza de esos precioso metales que a pesar de su poderosa resistencia poseen la suave modalidad de ser delicados y dúctiles.
 
El Padre Próspero Restrepo, una afable sonrisa de ternura volcada sobre el inquieto corazón de los niños y de los jóvenes para hacerlos sentir, no la helada primicia de la abstracción sino el luminoso y cálido ambiente de la forma...
 
El Padre Marcos Gélves que con la delicadeza de sus gestos y de sus ademanes guarda la magia del médico divino que con el piadoso aceite de sus ánforas llenas va curando las heridas más profundas del alma.
 
El Padre Nicomedes Herrera, amaestrado para las grandes luchas por la experiencia de ese coloso de la enseñanza que es el Padre Andrés Basset; el más alto exponente de ciencia y severidad que he conocido a través de todos mis años de estudio. Moreno y gallardo como los nobles amigos del Cid, dispuesto a toda hora a emprender una cruzada de esfuerzos para forjar la figura del héroe individual que debe ser precisamente el supremo ideal de cada vida. Recio y afable como sus predecesores, sabe cumplir su misión con encumbrado orgullo y continuar la obra sin límites empezada por los preclaros maestros que esculpieron nuestra mente y nuestro corazón y nos lanzaron con una sólida preparación intelectual y moral a las difíciles batallas del mundo”...
 
 
UN DIA DE INTERNADO EN EL SEMINARIO
 
Tomado de San José de Miranda Una Luz en la Cultura Regional, Por Luis Eduardo Ortíz
 
Examen y entrevista para entrar; colchón y un par de tendidos, ropa suficiente; uniforme de paño negro y camisa sport blanca, media blancas y zapatos negros para el uniforme; otros dos pares de zapatos, unos para el diario y otros para el deporte, los pudientes que venían de las ciudades traían guayos; dos talegos para la ropa, un baúl grande, una caja para los zapatos y el betún, todos los utensilios de aseo; además un platón, una ponchera o jarra, un vaso de noche o “mica”, y otro para el agua y el cepillo, todo esto constituía el ajuar del interno. Levantada a las 4:00 a.m., baño y aseo personal, tender cama, lustrar zapatos, dejar todo en orden y baúles abiertos; luego oración, meditación y eucaristía; todos formados del dormitorio al salón de estudio, de este a la capilla, luego al comedor, luego al patio, de éste al estudio y después a los salones de clase.
 

En los descansos se jugaba en el patio amplio dividido en dos secciones por una franja; la una era para los pequeños y la otra para los mayores; en él se jugaba la famosa guerra con una pelota, quemando con un pelotazo al adversario. Si se dejaba, éste no podía tirar más la bola. Después del almuerzo y la comida se jugaba baloncesto; los domingos se podía jugar volleyball. Los miércoles, sábados y domingos por las tardes se iba al campo deportivo de San Miguel a jugar fútbol y a practicar la natación. Los nuevos alumnos si no sabían nadar tenían que aprender en un mes. Al desayuno, al almuerzo y la comida se leía en el comedor un pasaje del Evangelio, vida de santos y alguna novela; sólo el miércoles, el sábado y el domingo al almuerzo y a las comidas, se daba un espacio para hablar,, después de una lectura. Todos tenían que leer; los que leían mal les tocaba preparar las lecturas en los recreos y leer una semana. Las medias nueves y las onces consistían en una naranja, se daba una cena de aguadepanela y medio pan al tiempo de acostarse; el desayuno consistía en una chingua, un café semiteñido de leche, un pedacito de arepa de maíz pelado, a veces dura y quemada, y medio pan; cada mes servían medio huevo; el almuerzo consistía en una sopa, arroz, fríjol o arveja, a veces con gorgojo, un trocito de plátano y de carne, y aguadepanela; similar era la comida, sin el fríjol y sin el plátano.
 
Los castigos consistían en privar de comunicación al estudiante, no podía hablar con nadie, ni asistir al campo deportivo las tardes destinadas para ello, ni asistir a los días de campo cada tres meses, después de previos. En el pénsum de estudios se aprendía de primero a sexto de bachillerato, (hoy de sexto a once), latín, francés e inglés; los dos últimos se practicaban en los descansos con los sacerdotes vigilantes, ya que toda consulta o permiso se hacía en el idioma respectivo para ese día; el latín se practicaba en las ceremonias litúrgicas y en las oraciones. El griego se veía de quinto a sexto bachillerato. La filosofía se veía de cuarto a sexto; la anatomía y la fisiología humana, que se veía en cuarto bachillerato, al llegar al tema de la reproducción, este tema se pasaba por alto. En los años 50, los programas educativos de los seminarios se nivelaron con los del gobierno, y años más tarde se expidió el título de Bachiller Clásico en Filosofía y Letras. Todas las noches a las 9:00 P.M. se realizaba el aseo y baño de los pies, y el lavado de utensilios, vasos, jarras, etc., con arena y jabón, que se hacía en la cuadra donde hoy se construye el seminario Mayor.
 
Los alumnos recibían visitas de los padres cada quince días; era una tragedia de llanto de unos y otros. El hijo incorporado no quería seguir en el Seminario por lo exigente, por las costumbres severas reinantes, por la disciplina de cuartel y por la mala alimentación. Todos los estudiantes pertenecían según su voz a la gran coral del Seminario, a cuatro voces: sopranos, altos, tenores y bajos. En el internado no existía nada relacionado a la prestación de servicios de salud, ni botiquín, ni venta de calmantes; sólo se vendían libros, útiles escolares y de aseo.
 

 

 

Monseñor Isaías Duarte Cancino

 
    El Seminario Mayor


 
La Diócesis de Málaga-Soatá tiene una rica tradición como tierra de abundantes vocaciones sacerdotales, en su historia contó con la existencia de dos seminarios uno en Servitá (Cerrito) dirigido por los padres Redentoristas y otro en san José de Miranda por los padres Eudistas.
 
Estas tres provincias han sido la cantera vocacional de la Diócesis de Duitama-Sogamoso y de la Arquidiócesis de Bucaramanga y de muchas comunidades religiosas tanto masculinas como femeninas.
 

El nuevo Seminario Mayor funcionará en la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios en san José de Miranda y llevará el nombre de Monseñor “Isaías Duarte Cancino” como homenaje a un verdadero Pastor, Profeta y Mártir de la Paz en nuestra Patria y además porque fue él quien durante un buen tiempo de su ministerio estuvo dedicado a la evangelización de esta región y promovió la creación de nuestra Iglesia Particular.

 

 
Seminario Hispano Misionero de San José de Miranda, Diócesis Málaga-Soatá

 

 


ORACION A LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS

¡Oh! soberana Señora y Madre amorosísima, gloriosa siempre Virgen María de los remedios, yo te suplico me recibas en el piadoso pecho de tu misericordia, como esclavo perpetuo tuyo y con singular protección me ampares y favorezcas ahora y en la hora de mi muerte; en tu piedad amorosa pongo toda mi esperanza, todo mi consuelo, todas mis penas, para que con tus ruegos misericordiosos encamines todas mis obras y pensamientos a la mayor gloria de Dios y honra de tu Unigénito Hijo, Jesucristo Nuestro Señor. Amén


VISTA SATELITAL
ELOCUENCIA


Allá tras de las montañas, bajo el cielo estrellado,
está San José de Miranda cual tesoro acrisolado,
todos le estamos cantando porque nos ha inspirado.

¡Oh si! sencillito pero honesto es mi pueblo acogedor,
invencible en las luchas como fue su fundador,
quien nos dejó patrimonios de gallardía y pundonor.

En su terruño aprendimos a tejer de espinas rosas
y a hacer de cada tropiezo, alas de mil mariposas,
para volar por el mundo haciéndote conocer
como a la patria querida que un día nos vio nacer.

Es San José de Miranda el terruño encantador
que nos impregna en la sangre honestidad y honor,
para decirle al mundo ¡soy mirandino señor!,
por eso somos frenteros rellenitos de folclor,
porque allí nos enseñaron de la vida lo mejor.

Nuestra patria es bendita, privilegio celestial,
de nuevo con Seminario, toca su marcha triunfal
para servir de regazo donde se pueda gestar
vocaciones consagradas en vida sacerdotal.

Ya muchos seres queridos se marcharon para el cielo,
pero eso sí, nos dejaron frutos de grandes anhelos,
con sabiduría innata, su tesón y sus desvelos.

¡Arriba patria querida!
no te dejes rezagar,
mira que eres consentida del que sabe amar,
el Creador del universo, que es el que te hace triunfar.

Mery Corzo Suárez

A SAN JOSE DE MIRANDA


Vagan solitarias muchedumbres
cumpliendo con esfuerzo y voluntad,
cantando por las faldas van en grupo,
de la vieja Tequia a la gran ciudad.

Un ladrillo no más sobre sus hombros,
carga feliz aquella muchacha,
y Jesús les bendice aquella obra
de trasladar su Tequia a la planada.

Los peregrinos proceden el camino,
y las mujeres elevan la oración,
y el sacerdote, Miranda los recibe
con el canto alegre y solemne bendición.

Así se fundó con amor y gran ternura
esta Miranda que es nuestro gran querer,
y gracias al hermoso santuario que tenemos,
hoy es el pueblito lindo de Santander.

Rosmira Parra Bermúdez.

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