HISTORIA
Tomado de Tequia, Ciro Emilio López Mendoza
EL DESCUBRIMIENTO
“Cuando los conquistadores llegaron a Tequia, lo cual ocurrió en el año de 1539, hizo su aparición en la crónica regional este pueblo de indios que es señalado por los españoles como el “Valle de los Cercados”, en atención a la peculiar forma de rodear los bohíos con cercas de “cañas, palos y carrizos”.
La expedición de Hernán Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada, se dirigía a la búsqueda de la Casa del Sol de Sogamoso, razón por la cual cuando los conquistadores se dieron cuenta de que este famoso templo había quedado atrás, resolvieron regresar, precisamente desde este lugar, sin dejar huella alguna de su paso, ni haber verificado ningún acto de fundación o de colonización en el Valle.
Que quienes habitaban en ese punto geográfico eran Chitareros, “... siguieron al Valle de los Cercados, que es lo que ahora se dice Valle de Tequia, gente así mismo diferente en lengua y traje de los Laches”
Las diferencias de costumbres eran notorias, ya que los Chitareros no tenían Cacique y su Capitán era el indio más rico y seguramente el más ambicioso; pendencieros por naturaleza y derrochadores, gastaban cuanto conseguían en borracheras y en ellas se mataban entre si por cualquier pretexto o sin ninguno.
El pueblo aborigen de Tequia no fue pues establecido, sino descubierto por los Conquistadores. Naturalmente que quien hizo las construcciones necesarias para el establecimiento de la doctrina y levantó “la iglesia de tres tapias de alto con sus cimientos, enmarcada y cubierta de paja y con puertas de madera … y la casa del Cura doctrinero”, no fue otro que el primer encomendero, con la ayuda de los indios de su encomienda y la del Religioso respectivo. Siendo esto así, el mérito de la fundación de Tequia hay que adjudicárselo a Don Juan Rodríguez Parra, quien lo hizo a partir de 1540 fecha en la que se le adjudicó la Encomienda, pues Don Antonio de Enciso la recibió a través de su Matrimonio con la viuda de aquél y según todas las trazas le llegó ya hecha en enero de 1592.
Es seguro que esas primeras expresiones de colonización existían ya en 1545 y que por razón de ellas le fueron también adjudicadas a Don Juan Rodríguez Parra las Encomiendas de Chicamocha y Viracusa. Alguna cualidad debió tener Don Juan Rodríguez Parra puesto que intervino en la fundación primero de Málaga y luego de Pamplona, y en la expedición al Templo del Sol; parece que hasta su muerte ocupó destacada posición personal y política entre sus coetáneos.
El comienzo de la colonización marcó el principio de un desarrollo administrativo que se centró en la autoridad del Religioso encargado de adoctrinar a los aborígenes, como bien se expresa en documento del 8 de enero de 1551 que contiene órdenes a Encomenderos y Recaudadores.
Tequia, pueblo de indios, tuvo que pasar por todo esta proceso y comenzar a vivir su nueva experiencia dentro de un plazo relativamente corto, supuesto que solamente había transcurrido diez años desde que se produjo el asentamiento de colonos en Málaga. Ya para 159 el pueblo de indios recuperó el dominio de la extinguida ciudad de Málaga, destruyó lo que allí se había construido y continuó manteniéndose como centro administrativo y religioso hasta la repoblación de aquella en el año de 1695.
La verdad histórica resulta así concretada a la existencia precolombina de Tequia, Servita y Guaca como núcleos poblados de aborígenes, de los cuales partió el desarrollo colonial de la región, primero como doctrinas, luego como parroquias y finalmente como municipios. La conversión de las doctrinas en parroquias comenzó a producirse a partir de 1602, habiendo seguido el curso legal primero bajo la dirección de los Encomenderos.
Al producirse la muerte de Don Juan Rodríguez Parra (1538), Doña catalina López su esposa heredó la Encomienda. Esta contrajo segundas nupcias con Don Antonio de Enciso viudo también. El 29 de enero de 1592 le fueron entregados a Don Antonio las Encomiendas de Tequia, Chicamocha y Viracusa, por renuncia que en su favor hizo Doña Catalina, haciéndolo así amo de los indios que poblaban los territorios ocupados hoy por Miranda, Enciso, Carcasí, San Miguel y Capitanejo.
Este tercer Encomendero que era Capitán y se había incorporado al Ejercito Español desde los 17 años, parece reunir mejor que ninguno todos los defectos y también las virtudes de los conquistadores. Ambicioso y litigante además de violento, era también hombre emprendedor y audaz, como lo demuestran los procesos judiciales que sostuvo, sus relaciones conyugales y también las fundaciones que llevó a feliz término.
EL PRIMER TRASLADO
El 29 de marzo de 1623 y gracias a una maniobra tinterillesca que parece urdida por Don Cristóbal López (cuñado de Don Antonio de Enciso) y Don Jerónimo de Useche, ambos terratenientes de Tequia, se produjo el primer traslado del asiento de la Encomienda por la destrucción física de la primera iglesia y los bohíos de los pobladores que moraban alrededor de ella.
“El 29 de marzo se trasladó el Oidor a Tequia con el doctrinero de Servitá, Padre Tello de Meneses... Después de tomar descanso y quizás un refrigerio, la comitiva siguió adelante... Hasta el sitio y repartimiento de Tequia, de la Encomienda del Capitán Antonio de Enciso... Y el dicho señor Oidor vio la iglesia cuyo edificio es de tres tapias de lato, con sus cimientos, las cuales están abiertas y desplomadas por la parte del portalejo de la dicha iglesia, la cual está enmarcada y cubierta de paja y con puertas de madera y junto a la dicha iglesia estaba la casa del Cura Doctrinero y en el contorno de ella había algunos bohíos de la vivienda de dichos indios de Tequia”.
“El visitador les dio a entender que se previniesen par desamparar este sitio y asiento de Tequia y que todos los indios y sus mujeres y sus familias se fuesen a poblar a la nueva población de Servitá...”
“Y ante la gran caravana de amigos y ante los ojos curiosos de los indígenas se desempajó media iglesia”.
“Y destruido así el pueblo, del cual no quedaron sino escombros de la iglesia, la comitiva regresó a Servitá con 74 familias de aborígenes”.
“En Servitá les dieron una de las manzanas del pueblo”.
Un año después culminaba este primer éxodo de los indios tequíes pues el 30 de agosto de 1624 la Real Audiencia y Don Juan de Borja ordenaron la devolución de los indios a su lugar de origen.
La reconstrucción de la iglesia de la doctrina que debió iniciar Don Antonio de Enciso en 1624, ayudado por sus yernos parece ubicarse en el sitio más bajo del sector conocido con el nombre de El Santuario, frente al llamado hoy Puebloviejo. Es probable no obstante, que la primera ubicación del pueblo haya sido la parte alta de El Santuario, pues el sitio de las Queseras por ser relativamente plano no corresponde a la descripción de las crónicas que lo muestran como “no plano sino de muchas subidas y bajadas”.
EL SEGUNDO TRASLADO
El 27 de febrero de 1650 el pueblo fue trasladado del lugar llamado Puebloviejo, al en el que hoy se encuentran localizadas las ruinas de la iglesia y que debe corresponder al determinado según cita que hace el Padre Mejía, “a 1º 0´ 25¨ longitud oriental y 6º 30´ 30¨ de latitud norte, 2250 metros de altura sobre el nivel del mar y 17º de temperatura”, cumpliéndose así el segundo traslado de la localidad y su tercera ubicación.
Durante esta época se produjo una verdadera revolución en las costumbres de los aborígenes, ya que conocieron los animales domésticos y comenzaron a servirse de ellos. Aprendieron y comenzaron a practicar los principios fundamentales de la religión y ello necesariamente los puso en contacto con nuevas formas de asociación. Sintieron la presencia de la autoridad a través de la que ejercía el Encomendero y el doctrinero con sus alguaciles. Los colonos por su parte establecieron una convivencia nueva sobre la base de servirse de los indios y mezclándose con ellos crearon un mestizaje que terminó a la postre con la población indígena.
El segundo traslado que significa para el pueblo la tercera ubicación, fue el producto de una serie de presiones entre las cuales aparece como la más importante la de los Estancieros que, residentes fuera de los Resguardos, buscaban una proximidad mayor a la iglesia de la cual eran feligreses, centro obligado de todas las actividades comunitarias, culturales y religiosas, por aquella época. No existiendo desde 1549 en Málaga ninguna construcción, la iglesia más próxima a ellos era Tequia y por eso, desde 1549 hasta mediados del siglo XVIII el Curato se denominó Tequia y su cabecera quedó ubicada a sólo dos kilómetros de aquella en dirección Sur-Norte por camino absolutamente plano.
A partir de 1650 toda la actividad comunitaria se centra en la construcción del pueblo con materiales de mayor consistencia. La iglesia, a la que corresponden las ruinas actuales, fue edificada durante un largo período que culminó en 1734 siendo cura Fray Dionisio Jaimes. El cementerio ubicado frente a la Iglesia por el sector norte sobre el camino que conducía a Cutaligua, Anchicuta y Píncera; el acueducto de Chitulí, que remataba sobre una plazoleta ubicada en la salida hacia Málaga y la Casa cural al lado sur de la iglesia, con amplio corredor sobre la plaza, fueron las primeras construcciones de cal y canto o de tierra pisada y tejas.
ULTIMO TRASLADO-SAN JOSE DE MIRANDA
Los primeros años de este siglo transcurrieron en Tequia dentro de la monótona perspectiva de la vida rural en una comunidad unificada y congregada en torno de la iglesia, centro obligado en todos los aspectos de la vida de asociación desde los días en que aparecieron los primeros doctrineros. El final de la guerra significaba también el retorno de los sobrevivientes y con ellos algunas experiencias y no poco anecdotario.
En la administración de la Parroquia de Tequia se sucedieron, luego de los Padres Dominicos, los sacerdotes, Marcelino Tavera, el padre Eusebio Corredor Flórez, entre otros sacerdotes.
El padre Eusebio Corredor Flórez, oriundo de Tequia, había estudiado y enseñado allí mismo y ya como párroco fundó la escuela de artes y oficios para señoritas y comenzó a usar para su parroquia la denominación de San José de Tequia. Parece que debido a su carácter fuerte tuvo problemas con sus feligreses y en 1914 fue reemplazado por el Padre Isidoro Miranda Morantes, joven y alegre sacerdote, quien desde su llegada se dio cuenta de que cualquier posibilidad de progreso para los habitantes de la aldea no podía lograrse sino alejando su ubicación de la capital de la Provincia, Málaga, cuya vecindad ahogaba el movimiento comercial y las labores artesanales que constituían su principal ocupación.
La idea, latente ya en la mayoría de los habitantes de Tequia, tenía que ser propuesta y llevada a la práctica por la única autoridad reconocida y acatada en una sociedad eminentemente clerical como era esta y encontró su afortunado ejecutor en el Padre Miranda.
“En presencia de la mayoría de los vecinos, se reunieron el padre Miranda y los cofundadores: Adolfo Hernández, Eurípides y Floridano Ortíz, José Corzo y Emilio Contreras, y los donantes Agustín Pinzón y Carmen Ortíz y su esposo Ricardo Paredes, y en compañía de Pedro Suárez Ortíz, Alcalde de Tequia y sus colaboradores de gobierno Jerónimo Suárez, como Personero, e Isidoro Acela, como Secretario, se elaboró el acta de donación de los terreno para la fundación del pueblo.

Óleo de Marco León Mariño
ubicado en el Panteón del Padre Miranda
El 8 de septiembre de 1915, después de celebrar la Santa Misa, se inicia la procesión de nuestra Señora de los Remedios, rezando el Rosario y cantando, muchos ya con objetos cargados a lomo de bueyes y mulas, iniciaron el descenso por el camino que de Tequia seguía a Tierra Blanca, para luego seguir a Cutaligua donde sería el asiento de la nueva fundación. Se acampa en tierras de Carmen Ortíz donde el sacerdote fundador se hospeda por varios meses con los representantes del gobierno municipal, y en sus predios se construye la primera iglesia pajiza, hasta cuando se comienza a construir el nuevo templo parroquial, sede y casa de Nuestra Señora de los Remedios. Allí se celebra una Eucaristía campal; algunos inician la construcción de enramadas con árboles y resguardar sus objetos trasladados. Tres días después se inicia el trazado de calles y carreras, lugares para ubicar el templo, las escuelas, los colegios, la alcaldía, la casa cural, el cementerio, el acueducto, el sitio para la planta eléctrica y otros servicios, y el lugar destinado para la venta de lotes a familias acomodadas. La primera casa cural funcionó en la esquina en la que hoy se ubica la casa de Adolfo Hernández .

El Padre Miranda, además de trazarlo y construirlo, lo dotó de Seminario dirigido por Padres Eudistas; Colegio de Señoritas, dirigido por las Hermanas Terciarias Dominicas; escuelas en todas las veredas con maestras pagadas por el Municipio con la renta especialmente destinada para ello desde el año de 1824, proveniente de la hacienda El Espinal, dotadas de excelentes locales; banda de músicos, luz eléctrica y acueducto; se abrieron nuevos caminos y se mejoraron los existentes. La Romería a visitar la imagen de la Virgen de los Remedios, que en Tequia había logrado grandes movilizaciones de peregrinos impuso la necesidad de construir un templo de mayores proporciones, y la afortunada circunstancia de que después de una larga lucha, hubiera llegado hasta allí la carretera Central del Norte, amplió todas las perspectivas y permitió despertar un ritmo de progreso pocas veces alcanzado en una comunidad de las reducidas proporciones de la de San José de Miranda.
Acta de Fundación
“En el paraje de Cutaligua, territorio de Tequia, a 5 días del mes de abril de 1915, nosotros los abajo firmantes, nos comprometemos ante el doctor Isidoro Miranda Morantes, nuestro párroco, y ante los señores miembros del Concejo Municipal y el señor Personero, a ceder gratuitamente para calles y lo que la demarcación corresponda de nuestros respectivos predios, para la edificación del nuevo caserío.
La nueva escritura de los predios donados la otorgaremos dentro de los términos que fije nuestro padre y pastor. A cumplimiento de lo pactado, comprometemos nuestras personas y bienes renunciamos a todas excepciones que haya a nuestro favor y en prueba de ello firmaremos, haciéndolo a ruego de las que no saben firmar.
A ruego de Martín León y Martina Suárez, Adonías Aceros.
A ruego de Wenceslao Ortíz y Juan Rojas, Agustín Pinzón.
A ruego de Ricardo Paredes y Carmen Ortíz, Timoleón Celis.
A ruego de Agustín y Vicente Villamarín, Juan Bautista Villamarín.
A ruego de Laureano Duéñez, Bacilio Ángel.
Firmas autógrafas:
Bacilio Ángel y José Purificación Villamarín
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ORACION A LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS
¡Oh! soberana Señora y Madre amorosísima, gloriosa siempre Virgen María de los remedios, yo te suplico me recibas en el piadoso pecho de tu misericordia, como esclavo perpetuo tuyo y con singular protección me ampares y favorezcas ahora y en la hora de mi muerte; en tu piedad amorosa pongo toda mi esperanza, todo mi consuelo, todas mis penas, para que con tus ruegos misericordiosos encamines todas mis obras y pensamientos a la mayor gloria de Dios y honra de tu Unigénito Hijo, Jesucristo Nuestro Señor. Amén
VISTA SATELITAL |
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ELOCUENCIA
Allá tras de las montañas, bajo el cielo estrellado,
está San José de Miranda cual tesoro acrisolado,
todos le estamos cantando porque nos ha inspirado.
¡Oh si! sencillito pero honesto es mi pueblo acogedor,
invencible en las luchas como fue su fundador,
quien nos dejó patrimonios de gallardía y pundonor.
En su terruño aprendimos a tejer de espinas rosas
y a hacer de cada tropiezo, alas de mil mariposas,
para volar por el mundo haciéndote conocer
como a la patria querida que un día nos vio nacer.
Es San José de Miranda el terruño encantador
que nos impregna en la sangre honestidad y honor,
para decirle al mundo ¡soy mirandino señor!,
por eso somos frenteros rellenitos de folclor,
porque allí nos enseñaron de la vida lo mejor.
Nuestra patria es bendita, privilegio celestial,
de nuevo con Seminario, toca su marcha triunfal
para servir de regazo donde se pueda gestar
vocaciones consagradas en vida sacerdotal.
Ya muchos seres queridos se marcharon para el cielo,
pero eso sí, nos dejaron frutos de grandes anhelos,
con sabiduría innata, su tesón y sus desvelos.
¡Arriba patria querida!
no te dejes rezagar,
mira que eres consentida del que sabe amar,
el Creador del universo, que es el que te hace triunfar.
Mery Corzo Suárez
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A SAN JOSE DE MIRANDA
Vagan solitarias muchedumbres
cumpliendo con esfuerzo y voluntad,
cantando por las faldas van en grupo,
de la vieja Tequia a la gran ciudad.
Un ladrillo no más sobre sus hombros,
carga feliz aquella muchacha,
y Jesús les bendice aquella obra
de trasladar su Tequia a la planada.
Los peregrinos proceden el camino,
y las mujeres elevan la oración,
y el sacerdote, Miranda los recibe
con el canto alegre y solemne bendición.
Así se fundó con amor y gran ternura
esta Miranda que es nuestro gran querer,
y gracias al hermoso santuario que tenemos,
hoy es el pueblito lindo de Santander.
Rosmira Parra Bermúdez. |
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